Redacción

Xalapa, Ver.- Sobre la iniciativa que la presidenta Claudia Sheinbaum acaba de presentar y que tiene el objetivo de acabar con el nepotismo, evitar que los cargos públicos ‘se hereden’ e implementar acciones para atender de la mejor manera lo relacionado con las reelecciones, hay varios puntos de análisis, más allá de lo que la gente quiera entender, o lo que algunos “analistas” ya utilizan para comenzar a descalificar a quienes no son de sus agrados.

Nadie en su ‘sano juicio’ que desee que la democracia sea la vía para construir un país o un estado más justo, estará en contra de lo que se expresa con esta iniciativa que propone nuestra presidenta.

No obstante, no hay que olvidar que el principal objetivo de la propuesta de Claudia Sheinbaum tiene que ver con frenar acciones negativas, que se originan por el actuar de personas mal intencionadas y que han adoptado a la política como la vía para el logro de sus objetivos personales y el obtener un cargo público es la herramienta adecuada.

El modus operandi de quienes actúan de manera deshonesta es el ‘protegerse las espaldas’, imponiendo casi siempre a familiares para este objetivo, por ser estos los únicos que ‘meterían las manos al fuego’ por quien les acaba de anteceder en el puesto.

Aquí lo importante es que para que esto suceda, el puesto ‘heredado’ tiene que darse de manera inmediata y como ‘continuación’ de quien busca esta cuestionable acción. Es decir, posterior al periodo en cuestión. A eso se refiere la iniciativa cuando se expresa a ‘suceder de manera inmediata’ en el puesto.

Sería muy difícil que alguien busque ‘tapar’ errores de una administración cuando posterior a esta han pasado una o más administraciones diferentes.

No olvidemos que cada vez que una nueva administración pública llega al cargo se hace un análisis minucioso de lo que se recibió en todas las áreas, a menos que los intereses sigan siendo los mismos, de ahí la necesidad de ‘cortar de tajo’ esta posibilidad,  mediante acciones basadas en la ‘inmediatez’, no como tal en la ‘consanguinidad’.

Dicho de otra manera, los círculos viciosos que se pretenden cortar se enfocan en una supuesta ‘permanencia de una corriente de intereses, en periodos continuos’.

El que el familiar de un funcionario en un futuro tenga las mismas aspiraciones que tuvo su pariente en el pasado no tiene nada que ver con lo que se pretende erradicar con esta propuesta que ya se estaba esperando desde hace tiempo.

Al final del día es lógico y a veces hasta esperado pensar que en una familia exista la tendencia a ciertas profesiones o actividades laborales.

No hay que desviar la atención de esta propuesta, que ya de por sí es muy valiosa,  para atacar a personas que no comparten los intereses de quien ataca o que simplemente son ajenos a los objetivos de otros que sí buscan beneficios personales, más que otra cosa.

Es claro también que sí existen casos tristemente célebres de familias que se han mantenido en el poder político por mucho tiempo  y cuyo objetivo no ha sido otro que enriquecerse o beneficiar sus proyectos personales por la vía política.

Pero también es cierto que el actuar de esas familias es muy evidente y hasta estridente, por no decir escandaloso. Por lo que también sería injusto medir con la misma vara a familias o por lo menos a familiares que simplemente ‘tuvieron un buen ejemplo que quieren emular’, o que pueden coincidir en deseos y aspiraciones con el pariente que en el pasado (no de manera continua) tuvo un cargo coincidentemente similar.

Seamos más analíticos, en este caso para entender lo que la presidenta Claudia Sheinbaum propone  y que textualmente expresó de la siguiente manera:

«No creo que deba elegirse a un hermano, un primo, una esposa, un esposo en el siguiente puesto de elección, sea presidente municipal, sea gobernador o gobernadora, principalmente en el Ejecutivo, en donde va una persona y después se propone que vaya el esposo, o el hijo, el primo, el papá”; más claro ni el agua.

No nos dejemos atrapar por la ‘fiebre política’ que impera en estos meses y no creamos todo lo que leemos. No olvidemos que al final un cargo público se somete a la voluntad popular de los votantes, que son los que al final, para bien o para mal, tienen la última palabra.

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